Con su troupe de teatro ambulante, El Imaginarium del Doctor Parnassus ofrece al público la oportunidad única de entrar en un universo de imaginación y maravillas, pasando a través de un espejo mágico. Pero el Doctor Parnassus esconde un terrible secreto, mil años antes había apostado con el diablo, el Señor Nick, y ganó la inmortalidad.
En esta especie de sátira fáustica, el espejo constituye un elemento central. Se encuentra en los títulos de apertura, en la escenografía del teatro ambulante y en una de las secuencias finales, en la que Valentina corre mientras un espejo roto refleja su imagen fragmentada.
El espejo "aparece a veces, en los mitos, como puerta por la cual el alma puede disociarse y 'pasar' al otro lado, tema éste recobrado por Lewis Carroll en Alicia."(1) "Es un símbolo de la imaginación -o de la conciencia- como capacitada para reproducir los reflejos del mundo visible en su realidad formal."(2)

En el siglo XVII, durante el periodo Barroco, la figura del espejo aparecía recurrentemente en las obras de teatro y en la pintura, pues existía la idea del mundo como escenario teatral o como sueño en el que todos nosotros cumplimos un papel.

El cine mismo es un espejo donde el público se ve reflejado, y en general las artes como la pintura, el teatro o la literatura cumplen un rol similar, el de reflejar el alma humana. El lado oculto "detrás del espejo" no es simple y unívoco. Al igual que el alma de las personas, posee múltiples facetas, muy diferentes a la cara que se muestra socialmente. Este es el motivo por el cual el personaje de Tony es interpretado por cuatro actores. (3) 

Estas caras ocultas son, precisamente, aquello que la mayoría se rehúsa a ver en estos tiempos, quedando así la conciencia enterrada en una montaña de desperdicios, como los que se ven detrás del espejo cuando el ebrio ingresa en su propio imaginario. (4)

El teatro del Dr. Parnassus es el espejo que Terry Gilliam instala, en medio de la Londres del siglo XXI, para reflejar el imaginario de la sociedad moderna. Ese escenario vetusto que imita a los carromatos en los que se movilizaban los teatros ambulantes en la época del barroco inglés, desentona completamente con el entorno, está ya pasado de moda y no tiene un público al cual despertar interés.

Esa apuesta entre Parnassus y el Diablo, en el que se pone sobre la mesa el poder de la imaginación contra la satisfacción inmediata y fácil de las necesidades básicas, es una lucha que dura mil años y, bajo la mirada profundamente desencantada de Terry Gilliam, es el Diablo quien corre con ventaja. El mismo Señor Nick, un demonio encantador vestido al estilo de la mafia de Chicago en la década del '30, otrora centro de vicio y corrupción, reconoce no ser "muy versado en magia negra". Frase irónica que apunta a dejar bien en claro que, aunque el filme habla de cuestiones esotéricas, no pertenece al género del terror, ya que el Mal es algo muy tangible que existe aquí y ahora, en nuestra sociedad de consumo, invitándonos a la evasión mediante el alcohol, las drogas, el sexo y la adicción a las compras en un centro comercial.

De allí la presencia de uno de los tantos guiños al espectador: una de las almas ganadas por el Señor Nick carga en sus manos una bolsa de Prada. La referencia a “El diablo viste de Prada” (USA, 2006), película dirigida por David Frankel y basada en un libro de Lauren Weisberger, parece evidente.  Allí se retrata en tono de comedia la superficialidad del mundo de la moda en los Estados Unidos y la máscara que es necesario llevar para pertenecer y ser aceptado en ese paradigma de la sociedad de consumo.

Otro guiño que apunta en el mismo sentido es el de la revista que hojea Valentina a escondidas de su padre. La foto en la que aparece una pareja cómodamente instalada en un sofá, rodeada de dos pequeños en un ambiente tipo de clase media contemporánea, recuerda a los collages de Richard Hamilton, artista británico y pionero del arte pop, quien en obras como Just What Is It That Makes Today’s Homes So Different, ¿So Appealing? (¿Qué es lo que hace a los hogares de hoy día tan diferentes, tan atractivos?) estigmatiza los clichés del mundo de los medios de comunicación masiva y del consumo de objetos a ultranza.

Los medios gráficos, algunos de los cuales aparecen en pantalla o son nombrados por alguno de los personajes, aparecen promoviendo el imaginario del hombre moderno y la banalidad de la sociedad de consumo, el ascenso rápido a cualquier precio para alcanzar sólo objetivos de tipo económico, incluso a través de la mentira y el delito. De ahí la secuencia de Tony ascendiendo desesperadamente por una larga escalera, mientras caen sobre su cabeza las hojas impresas de publicaciones como USA Today y Fortune, para luego caer de un tropezón en un terreno cubierto de basura.

O la imagen de un titular de The Sun haciendo público el tráfico de órganos como verdadera fuente de financiamiento de una sociedad de beneficencia. En su propio lenguaje, Terry Guilliam nos está diciendo que los medios de comunicación son la basura que consumimos diariamente, mientras vivimos la falsa ilusión de ascender en la escala social. Pero los grupos que realmente son millonarios y dirigen el mundo, están constituidos por mafias enquistadas en el poder, especialistas en blanquear todo tipo de actividad criminal.

En lugar de este facilismo, Parnassus propone escalar la difícil cima del conocimiento a través de la imaginación. Propone "contar la historia eterna sin la cual el mundo dejaría de existir". Este relato transmitido de boca en boca, esta proto-literatura, se transforma a lo largo del filme en expresión artística en todas sus formas y manifestaciones.

La lucha del arte contra la cultura de masas continúa y todavía no se ha declarado un vencedor. Sin embargo la imaginación parece estar perdiendo la batalla, ya que Parnassus aparece cada vez más avejentado y malogrado, en las márgenes de la sociedad, mientras a su hija se la ha devorado el gran Moloch en forma de Shopping Mall.

Su teatro ambulante, tan extemporáneo, aunque aún lleno de vida, se transforma hacia el desenlace en un insignificante espectáculo de marionetas, mientras el Sr. Nick, siempre joven y sonriente, reparte manzanas -símbolo de la tentación del Mal para el cristianismo y en el cuento “Blanca Nieves”, el fruto envenenado que sume a la princesa en un sueño eterno- a un grupo de religiosas que casualmente pasan por el lugar. El Demonio gana la batalla contra las religiones teístas.

El Dr. Parnassus, alter ego de Gilliam, es un Quijote vencido en continua lucha contra los molinos de viento. En él se refleja la dificultad cada vez mayor para el arte de ganar la batalla en un mundo cuyo único objetivo es obtener beneficios económicos, consumir productos dudosamente necesarios y lograr la satisfacción inmediata a cualquier precio. Un mundo moderno donde reina la frivolidad y la superficialidad, y donde a muy pocos les interesa ya atravesar el espejo que los lleve a encontrarse cara a cara consigo mismos.

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