Por Adriana Schmorak Leijnse 

La Llorona es una película guatemalteca de 2019 dirigida por Jayro Bustamante. Su guion fue escrito por Bustamante y Lisandro Sánchez, quienes se inspiraron en la leyenda de la Llorona y en la historia de Guatemala, específicamente en el genocidio perpetrado entre 1982 y 1983, contra la etnia ixil, una ramificación del pueblo maya que habita en el norte de Guatemala. 
La película fue estrenada el 30 de agosto de 2019 en el Festival de Cine de Venecia, dentro de la Giornate degli Autori ("jornada de los autores"), sección donde Bustamante recibió el premio al mejor director. La Llorona fue seleccionada por Guatemala como candidata a los premios Óscar en la categoría de mejor película internacional. Aunque estuvo entre los quince largometrajes preseleccionados para esa categoría, no formó parte de las cinco finalistas.
Sin embargo, fue nominada a otros premios, incluyendo las categorías de mejor película en lengua no inglesa de los Globo de Oro y de mejor película iberoamericana de los Premios Goya.
La Llorona forma parte de una trilogía temática del director Jayro Bustamante, que gira en torno a actos de discriminación que ocurren en Guatemala, como la homofobia, el clasismo y el racismo. La denominada "trilogía del desprecio" o "trilogía de los tres insultos" está compuesta además por las películas Ixcanul (2015) y Temblores (2019).
El filme comienza con el juicio a un militar ficcional, el general Enrique Monteverde, acusado por crímenes de lesa humanidad debido a un genocidio del cual había sido responsable décadas atrás en una zona rural de Guatemala. Aunque en un principio es condenado, el procedimiento es declarado nulo y la sentencia queda sin efecto. De vuelta en casa junto a su familia: Carmen, su mujer; Natalia, su hija y Sara, su nieta, y en medio de las protestas de quienes están disconformes con el resultado del juicio, el hombre comienza a escuchar durante las noches el llanto de una mujer y a experimentar algunos acontecimientos sobrenaturales. Su actuar errático asusta a los empleados de la casa, quienes deciden renunciar, lo que propicia la llegada de una misteriosa joven llamada Alma para trabajar como sirvienta.

Contexto Histórico:
El personaje del general Monteverde está directamente tomado del militar y ex presidente de facto guatemalteco Efraín Ríos Montt, quien fue sometido a juicio en mayo de 2013 por crímenes de lesa humanidad, cometidos durante su gobierno entre 1982 y 1983. No sólo se trató de muertes, sino también de torturas, violaciones y destierros contra la etnia ixil.
A pesar de la gravedad de las imputaciones contra él, tiempo después del juicio, su condena fue anulada. Ríos Montt falleció en 2018, sin haber recibido castigo alguno. Rigoberta Menchú, activista indígena y ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1992, participó del proceso real como testigo y en la ficción como uno de los extras que aparecen en los tribunales.
El genocidio que tuvo lugar durante el gobierno de Efraín Ríos Montt forma parte de un contexto mayor, el de la guerra civil de Guatemala que duró 36 años (de 1960 a 1996) entre el ejército oficial y las guerrillas de izquierda.
En esas más de tres décadas de contienda, hubo 669 matanzas, 200 mil muertos y 45 mil desaparecidos. De las víctimas, el 98 % eran indígenas descendientes del pueblo maya, y el resto, estudiantes universitarios, militantes socialistas y comunistas y campesinos de diferentes orígenes. Miles de indígenas que vivían en el norte de Guatemala, fueron obligados a cruzar la frontera y refugiarse en la región de Chiapas, sur de México. 

Fuentes mitológicas:
La leyenda de la Llorona tiene orígenes prehispánicos, en la forma de diversos personajes con características similares, presentes en las cosmogonías y creencias ancestrales de los pueblos autóctonos de América. Durante la época Colonial, las generalidades de la leyenda tomaron forma, y a través del tiempo, la leyenda de la Llorona se ha convertido en parte del imaginario colectivo de Hispanoamérica, trascendiendo fronteras y volviéndose parte de la identidad cultural, el folclore y la imaginería popular de muchos países. En la actualidad, la leyenda continúa siendo muy popular desde México hasta Argentina y Chile, así como en los estados del sur de los Estados Unidos con mayor población de habla hispana, como Arizona, Texas y Nuevo México.
La Llorona es un espectro que, según la tradición oral, es el alma en pena de una mujer que ahogó a sus hijos, y que luego, arrepentida y maldecida, los busca por las noches por ríos, pueblos y ciudades, asustando con su sobrecogedor llanto a quienes la ven o escuchan en la noche. Su leyenda posee una gran diversidad de versiones, con generalidades y particularismos propios de cada región. A pesar de ello, su relato mágico y sobrenatural es constante y reconocible, con añadidos, texturizaciones e hibridaciones de muy diversas procedencias. De todas estas características, lo que ha permanecido en común hasta la actualidad es su vestimenta blanca, el cabello largo y negro, el grito desgarrador de ¡Ay mis hijos! y su relación con el agua.
Uno de los antecedentes prehispánicos más conocidos de la leyenda de la Llorona es el que la identifica con la diosa mexica Cihuacóatl (la diosa madre y mujer serpiente). Esta diosa posee diferentes atributos: diosa de la tierra (Coatlicue), de la fertilidad y de los partos (Quilaztli), mujer guerrera (Yaocíhuatl) y vigilante de los muertos (Teoyaominqui). Además, era la madre de Huitzilopochtli, el mayor de los dioses mexicas.
Cihuacóatl era también la patrona de los espíritus de mujeres muertas en parto. A estos espíritus de mujeres muertas se las podía escuchar en las noches, lanzando grandes lamentos por la muerte de sus hijos y por la pérdida de sus propias vidas. La llamaban Chocacíhuatl —del náhuatl choka, 'llorar', y cihuatl, 'mujer'—. Si algún mortal se topaba accidentalmente con estos espíritus femeninos, significaba para él un presagio seguro de infortunio o incluso de muerte.
De acuerdo con la concepción dual de las divinidades mesoamericanas, Cihuacóatl era a la vez la diosa dadora de la vida y de la muerte, capaz de crear y de destruir a sus hijos. Era a la vez una madre nutricia y destructora. Se la representaba en la forma de una mujer vestida con un vaporoso vestido Blanco, cabellos negros y sueltos, y se materializaba flotando sobre las aguas del lago Texcoco mientras lloraba y gritaba lamentándose por el desgraciado destino de sus hijos.
Por su parte, los pueblos indígenas de Colombia y Venezuela poseen muchas versiones de divinidades femeninas asociadas al agua y la naturaleza. Son deidades protectoras de los bosques, los animales y las fuentes de agua. Muchos de estas diosas femeninas eran espíritus vengadores que asaltaban y castigaban a los hombres libidinosos e infieles.
En Costa Rica, la Llorona es una indígena muy hermosa, hija de un rey huetar, la cual se enamoró de un conquistador español, con el que se veía a solas en lo alto de una cascada, queda embarazada y da a luz un hijo, que es asesinado por el padre de la mujer, arrojándolo de lo alto de la catarata. Maldecida por el padre, vaga eternamente por las orillas de los ríos buscando a su hijo perdido, perseguida por los espíritus malignos y llorando su desgracia.
La leyenda de la Llorona que conocemos actualmente toma forma durante la Colonia, pues a los antecedentes prehispánicos, se suma la contribución española para establecer el mito como tal, convirtiendo a la Llorona en uno de los primeros signos del mestizaje.
En el folclore de España se la conoce como la Dama de Blanco. Se trata del fantasma de una mujer de aspecto níveo que vaga a lo largo de cursos de agua, como ríos, fuentes o pozos, y podían ser a la vez peligrosas o benéficas para los que se encontrasen con ellas. Según la leyenda, la dama de blanco era una mujer que había matado a sus hijos por un amor no correspondido.
En otros continentes, fuera de América y Europa, existen mitos similares. En África, entre los pueblos yoruba de Dahomey y Togo, se narra una leyenda que describe al viento como una mujer que recorre los ríos lanzando pavorosos lamentos y buscando a sus hijos asesinados. Estos fueron ahogados por el océano (que en este mito es también una mujer) y sus restos desperdigados por el mundo. Esta leyenda, que presenta fuertes similitudes con la de la Llorona, fue introducida en los Estados Unidos por los esclavos africanos traídos por los europeos a América y es especialmente conocida en estados sureños como Luisiana.
El folclore chino es rico en historias de fantasmas y leyendas, y una de estas historias narra la aparición de una mujer vestida de blanco que llora y se lamenta por los pasillos de la Ciudad Prohibida de Beijing.
En Japón, los fantasmas que vuelven al mundo para cobrar venganza reciben el nombre de onryo. Estos generalmente son mujeres ataviadas con un kimono blanco, con el cabello largo y negro y la tez pálida. 

Antecedentes Literarios: 
La corriente literaria que probablemente influyó en mayor medida en la película de Jayro Bustamante es el Realismo Mágico. Este movimiento surgió entre los años 1940 y 1960 como fusión entre el Surrealismo europeo -cuyos temas principales son: el sueño, el inconsciente, los instintos, el amor, la muerte y la crueldad- y el pensamiento mágico de los pueblos indígenas afroamericanos que viven en la América Hispana. Tiene como característica una forma irracional de percibir el mundo, ya que nos muestra que lo maravilloso está presente en la vida cotidiana.
Uno de los precursores más ilustres del Realismo Mágico fue el Premio Nobel de Literatura, el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Entre sus obras más conocidas se encuentran “Leyendas de Guatemala” (1930), una colección de nueve historias que exploran los mitos mayas de la época precolonial, así como temas que se refieren al desarrollo de una identidad nacional guatemalteca. Sus historias son precursores importantes del realismo mágico.
“El señor presidente”, novela que completó en 1933 pero permaneció inédita hasta 1946, cuando salió en México como publicación privada. “El señor presidente” es una denuncia contra el dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera.
La novela fue escrita durante el exilio de Asturias, en París. En ese periodo, Asturias se asociaba con los miembros del movimiento surrealista, así como con otros futuros escritores de América Latina, tales como el venezolano Arturo Uslar Pietri (“Las Lanzas Coloradas”, 1931) y el cubano Alejo Carpentier (“El reino de este mundo, 1949).
“El señor presidente” es una de muchas novelas que exploran la vida bajo un dictador de América Latina y, de hecho, ha sido proclamada por algunos como la primera novela real, a explorar el tema de la dictadura. Muchos temas, como la justicia y el amor, son objeto de burla en la novela, y escapar de la tiranía del dictador es aparentemente imposible. Cada personaje en la novela se ve profundamente afectado por la dictadura y debe luchar para sobrevivir en una realidad aterradora.
“Hombres de maíz” (1949) es generalmente considerada la obra maestra de Asturias, aunque sigue siendo una de sus novelas menos comprendidas. El título de “Hombres de maíz” se refiere a la creencia de los indígenas mayas de que su carne estaba hecha de maíz. La novela está escrita en seis partes, cada una explorando el contraste entre las costumbres tradicionales de los indígenas y una sociedad en proceso de modernización. El libro explora el mundo mágico de las comunidades indígenas, un tema del cual el autor era a la vez apasionado y conocedor.
Escrita en forma de mito, la novela es experimental, ambiciosa y difícil de comprender. Por ejemplo, su esquema de tiempo es un tiempo mítico en el que miles de años pueden ser comprimidos y vistos como un momento único; además, el lenguaje del libro está estructurado de manera análoga a los idiomas indígenas. Debido a su enfoque inusual, pasó algún tiempo antes de que la novela fuera aceptada por los críticos y el público.
Otros autores fundamentales del Realismo Mágico o “lo real maravilloso”, como lo denominaba Alejo Carpentier son: el colombiano Gabriel García Márquez - “Cien años de soledad” (1967), el argentino Julio Cortázar – “Bestiario” (1951), “Final del Juego” (1956), “Las armas secretas” (1959) y el mexicano Juan Rulfo –“El llano en llamas” (1953) y “Pedro Páramo” (1955), entre muchos otros. 

Análisis del film 
Al decir del periodista Naief Yehya, “el cine de horror contemporáneo es el género que registra con mayor crudeza los traumas históricos, ya sean las guerras en Medio Oriente, el terrorismo, la tragedia de la inmigración, la destrucción de los ecosistemas o el calentamiento global”
Es cierto, “La Llorona” pertenece al género del terror, pero en su sentido más profundo, es cine político. Es cine político porque mira al pasado de frente y sin miedo, porque le da un lugar a las mujeres que no tienen en la mayoría de las sociedades modernas, porque cierra en la ficción un tema doloroso que queda sin resolver en la vida real. Por ello y por mucho más, es un filme que trasciende cualquier encasillamiento de género. La leyenda y la historia reciente de Guatemala se entrecruzan hasta confundirse, pero al final el mito gana la batalla. Los muertos por la dictadura guatemalteca del general Monteverde (Efraín Ríos Montt, en la vida real) vuelven del más allá a reclamar justicia. Al comienzo las imágenes son plenamente realistas. Pero a medida que los minutos de la narración transcurren, lo fantástico va ganando un espacio mayor, hasta que la multitud que clama a las puertas de la casona de Monteverde deja de estar conformada por personas de carne y hueso para convertirse en fantasmas venidos del más allá.
Una serie de acontecimientos extraños, que involucran a Enrique Monteverde, producen terror en los sirvientes de la casona familiar. Por ende, éstos presentan su demisión irrevocable, dejando a la familia con Valeriana, la doméstica más antigua de la casa. A partir de allí, el relato da un vuelco definitivo. Es el momento en el que Carmen decide contratar a una nueva sirvienta y Alma entra en escena.
La joven doméstica recién llegada que, al decir de Natalia, vaga por la casa durante la noche recordando a sus hijos muertos, es un personaje que vive en un espacio contiguo entre el plano real y el metafísico, entre la vigilia y el sueño, entre la dimensión de los vivos y el mundo de los muertos. Solo que en el filme sus hijos son, metafóricamente hablando, el pueblo guatemalteco descendiente de los mayas. La legión de espíritus que buscan justicia representa a ese pueblo, al pueblo de antaño y del presente, clamando a las puertas del represor.
El director eligió una versión del mito en la que los hijos de la Llorona no han sido asesinados por su madre sino por una dictadura en su empeño por exterminar íntegramente a una etnia indígena. Aquí, pues, el homicida es otro. Además, está claro que Enrique Monteverde se siente atraído por Alma. Mientras camina sonámbulo por la casa, la sigue por las escaleras hasta el sótano. Al escuchar los lamentos de Carmen sobre las infidelidades de su marido, entendemos que muchas de éstas se daban con mujeres indígenas, con todo lo machista, racista y clasista que ello implica.
El mito ocupa un espacio cada vez más importante en la historia, al igual que el elemento agua que inunda y desborda la enorme casona, incontrolable. El agua constituye el elemento femenino y maternal por excelencia; la fuente de la purificación. El llanto también es agua y aporta fertilidad a la tierra.
La fuente de agua representa el nacimiento, un río caudaloso es el fluir incesante del tiempo y de la vida. Mientras que el ancho mar representa la muerte, el lugar en donde las aguas de los ríos van a desembocar. El agua posee un valor mitológico muy importante entre los aborígenes americanos.
La Llorona aparece encarnada en Alma, un alma errante llorando por sus hijos muertos. Incluso, ella puede retener la respiración debajo del líquido elemento como si se tratara de su medio natural. Como si ella no fuese humana ni viniera del mundo de los vivos. El vestido blanco y los cabellos largos y negros de Alma concuerdan perfectamente con la forma como los pueblos originarios han descripto a la Llorona.
Al inicio de la cinta, los habitantes de la casa rezan plegarias cristianas, pero ante la situación extrema que vive la familia, las mujeres de la casa, sin distinción de edad, etnia ni estatus social, se toman de las manos y practican un ritual de invocación a los espíritus antiguos que sume a las cinco en una especie de transe.
Entonces se desarrolla una secuencia aterradora en la que Carmen se ve en sueños corriendo dentro del mítico lago Atitlán y clamando por sus hijos mientras observa al ejército guatemalteco ahogando a los niños de la etnia ixil. Ella también está huyendo de los soldados para no ser ultrajada y muerta. La historia de la conquista se repite, una y otra vez. Del etnocidio de la colonia al genocidio en manos de una dictadura militar en pleno siglo XX, el martirio del pueblo maya parece no tener fin.
El espíritu justiciero de la Llorona se encarna, esta vez, en Carmen. Una vez que ella hace justicia por mano propia, las fuerzas naturales se calman y todo en la casa vuelve a la normalidad. En este sentido es importante resaltar que la mujer ocupa un papel primordial en la película, y por momentos da la impresión de que las tres generaciones de mujeres: Carmen, Natalia y Sara, además de Valeriana (probablemente hija extramatrimonial de Monteverde) y Alma, la doméstica más joven; constituyen una y la misma, es decir, la femineidad en su sentido genérico.
La atmósfera onírica y a la vez aterradora del filme está muy lograda. Pero no es cine de horror estilo Hollywood. Es el Realismo Mágico traducido a lenguaje cinematográfico. En los textos literarios pertenecientes a esta corriente literaria latinoamericana, los detalles realistas se confunden con situaciones fantásticas y surreales, dualidad de la que los lectores somos conscientes pero los personajes, no. Lo mismo ocurre en el cine. Los personajes viven las situaciones y los ambientes surreales como si formaran parte de sus vidas cotidianas. De hecho, no pueden distinguir a un personaje de carne y hueso de un espectro, como Alma, ni un espacio real de uno imaginario, como la secuencia del transe antes descripta.
Las tres generaciones de mujeres y las dos empleadas domésticas de origen indígena acaban haciendo justicia y normalizando la situación. Para ello unen fuerzas y hacen que cada elemento en escena cobre sentido. El genocida por fin es sentenciado, aunque sea en la ficción, mientras las fuerzas de la naturaleza se aquietan y la vieja casona vuelve a verse como en sus mejores épocas. 

BIBLIOGRAFÍA: 
Yehya, Naief, La Llorona, de Jayro Bustamante. Columna Crónicas de la interzona. Literal Magazine. Sitio Web 
Tabuenca, Elia. Realismo mágico: autores y obras representativas. Unprofesor. Noviembre de 2018. Sitio Web
La Llorona (película de 2019) - Wikipedia, la enciclopedia libre Sitio Web
Llorona - Wikipedia, la enciclopedia libre Sitio Web
Efraín Ríos Montt - Wikipedia, la enciclopedia libre Sitio Web
Guerra civil de Guatemala - Wikipedia, la enciclopedia libre Sitio Web

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